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| Conductores estoicos, ¿eres uno de ellos? | -

¡Ojalá! El estoicismo es una corriente filosófica con más de 2.300 años, pero algunos de sus preceptos deberían formar parte de nuestro manual de seguridad vial actual.

El estoicismo en la conducción es la mejor filosofía.
El estoicismo en la conducción es la mejor filosofía.

Hace 23 siglos no existían ni vehículos eléctricos ni de combustión, pero algunos de los principios de aquella genial filosofía, que iniciara el chipriota Zenón de Citio en Atenas, 300 años antes de nuestra era, parecen estar especialmente dedicados al conductor del siglo XXI. Veamos algunos de ellos (adaptados a la conducción).

  1. Ataraxia: Cuanto más cerca esté un conductor/a de una mente calmada más placentero y seguro será el viaje. A la hora de coger el volante, y antes de ponernos el cinturón de seguridad deberemos guardar en la guantera (con llave si es preciso) todas las emociones negativas y problemas que pudieran ocupar espacio en nuestra cabeza, para disfrutar del placer de conducir, renunciando a la tentación de abrirla durante la ruta, por mucho que nos pudiera provocar el imprevisible tráfico. 
  2. “Te conviertes en eso a lo que prestas atención”. La concentración en el momento presente adquiere una nueva dimensión cuando estamos a los mandos de un vehículo. Además de aumentar el nivel de seguridad, una mente que olvida en el mismo momento en el que se produce un mal gesto o imprudencia de otro conductor sin estar “maldiciendo” durante el resto del viaje, será una mente cinco estrellas en el apartado de la seguridad.
  3. Nuestra acción inicial está bajo nuestro control, pero la fortuna determina su final. Debemos centrarnos en aquello que está bajo nuestro control y no distraernos con aquello que no lo está. Es decir, debemos llevar una conducción racional y respetuosa en todo momento con independencia de que tengamos más o menos prisa, y centrarnos en ella. El retraso producido por un corte de tráfico por obras o por un accidente no es un problema que podamos solucionar, de la misma manera que un semáforo no va a cambiar de color por mucho que apretemos el volante o los dientes.
  4. “Cuando un hombre/mujer no sabe hacia dónde navega, ningún viento le es favorable”. Para manejarse bien en el tráfico es necesario conocer a fondo las características del mismo. En la autoescuela aprendemos la señalización vial y nos enseñan a manejar un vehículo, pero no hay tiempo para explicar en detalle las peculiaridades de cada tipo de vehículo, los diferentes perfiles de conductores, las acciones más pertinentes a llevar a cabo en cada situación y las que no. Si desconocemos cómo hacer bien algo y por qué tenemos que hacerlo de esa manera, nunca sabremos cuántas cosas estamos haciendo mal por muy buena voluntad que tengamos.
  5. Somos iguales. Los conductores/as no somos tan diferentes, pues todos tenemos sentimientos, emociones y tenemos la misma esencia. Practicar la empatía durante la conducción es saludable y seguro. Los conductores como las conductoras cumplen años variando sus capacidades tanto físicas como psicológicas, experimentando situaciones emocionales muy variables a lo largo de su existencia. La empatía nos ayudará a entender que en el futuro o en el pasado podríamos o pudimos estar en la misma situación que cualquier otro/a usuario/a de vía.
  6. Sé tolerante con los demás y estricto/a contigo mismo/a. Esta frase es una de mis favoritas (¡gracias Marco Aurelio!). Sintetiza en nueve palabras prácticamente el mensaje de los cinco apartados anteriores. Se trata de toda una declaración de generosidad. El conductor que la tenga por bandera, con independencia de su nivel de conocimiento, además de ser admirado por el resto, muestra capacidad para aprender de los errores propios y ajenos.

El estoicismo tiene mucho más que decir en el ámbito de la seguridad vial, y en otros órdenes de la vida por supuesto, pero estos seis puntos deberían bastar para determinar si eres o no, un conductor estoico, o al menos si estás en el camino de serlo (virtud).

Sobre el autor

Desde el arcén se ve el mundo de otra manera. Desde el arcén podemos observar cómo los vehículos pasan a toda velocidad, como la vida, sin detenerse, salvo contratiempo. Una enfermedad, una epidemia, una quiebra, un despido, una crisis, un temporal o incluso una muerte son las averías más frecuentes que nos apartan a la cuneta como lo haría el reventón de un neumático. Pero el arcén nos ampara. Ahí está, para ser usado en caso de necesidad tomando, por supuesto, las correspondientes medidas de seguridad. Todo el mundo debería, en alguna ocasión, aprovechar este recurso (mejor por decisión propia que por obligación) para hacer una pausa antes de completar su viaje. 

Silvio Pinto, redactor jefe técnico de Ruta del Transporte

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