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| ¿Rendija abierta a los motores de combustión? | -

LA UE se replantea la posibilidad de permitir vehículos con motores de combustión impulsados por combustibles sintéticos de cero emisiones.

¿Rendija abierta a los motores de combustión?
¿Rendija abierta a los motores de combustión?

La Unión Europea, con el apoyo de la mayoría de los países miembros, incluyendo España, camina decidida a prohibir en 2035 la venta de coches y furgonetas con motores de combustión interna -gasolina, diésel, híbridos (enchufables o no)-, que debería traducirse en normas vinculantes a la vuelta de las vacaciones. Una prohibición que se haría extensiva a los camiones en 2050.

En los últimos días se ha producido un giro inesperado gracias a la presión de Alemania, el primer fabricante -el segundo es España- y mayor mercado automovilístico de la UE, con el apoyo de Italia, que ha conseguido que la UE se replantee la posibilidad de permitir vehículos con motores de combustión impulsados por combustibles sintéticos de cero emisiones que anulan su propia huella de carbono.

Cuando pensábamos que el órdago de la Unión Europea por la electrificación era definitivo -y, para algunos, probablemente un “farol” que podríamos pagar muy caro- parece que una grieta en la monolítica actuación de Bruselas nos deja vislumbrar la posibilidad de que finalmente los eco-combustibles tengan soporte regulatorio, aunque por ahora no sea muy firme.

Ni es viable ni parece tampoco aconsejable, por un mínimo de prudencia, apostarlo todo a una única alternativa que está lejos de haber demostrado su verdadera viabilidad tecnológica, medioambiental y, no digamos ya, industrial

Ya sea por motivos ecológicos (prescindir de los combustibles de origen fósil) o económicos (deshacernos de nuestra dependencia energética de productores como Rusia) sin duda, este “regate” normativo significa un rayo de luz para el transporte internacional de mercancías por carretera para el que no es viable, ni ahora ni en una década, la electrificación, al igual que les sucede a otros sectores, como la aviación o la industria naviera. Ni es viable ni parece tampoco aconsejable, por un mínimo de prudencia, apostarlo todo a una única alternativa que está lejos de haber demostrado su verdadera viabilidad tecnológica, medioambiental y, no digamos ya, industrial.

Nos estamos jugando demasiado en términos de competitividad e independencia europeas, dada la enorme importancia de nuestro sector en la economía, al erigirse en una pieza imprescindible de cualquier cadena de suministro y distribución. Baste recordar que en nuestro país, por ejemplo, el 75% de nuestras exportaciones a Europa tiene en el camión su vector principal y, otro tanto ocurren, con las mercancías que importamos desde allí.

Precisamente porque estamos hablando de un sector totalmente estratégico para la economía e imprescindible para la sociedad (recordemos que durante el confinamiento “duro” de 2020 nuestro país no sufrió ningún tipo de desabastecimiento gracias a los transportistas, que en ningún momento dejaron de trabajar, abanderando el lema #EnRutaporTi) debemos ser extremadamente prudentes a la hora de adoptar medidas que pongan en peligro su sostenibilidad económica y social.

En nuestro sector ya llevamos tiempo apostando por un mix de múltiples energías, realista y eficiente, como única solución posible para alcanzar los objetivos marcados por Bruselas. Un mix basado en electricidad, hidrógeno y motor de combustión propulsado por combustibles bajos o neutros en carbono. Por eso, instamos a las administraciones española y europea para que velen por el cumplimiento del principio de neutralidad tecnológica y eviten imponer una única energía (electricidad).

Los combustibles sintéticos, que como su propio nombre indica no son de origen fósil, se producen mediante mezclas químicas y electrólisis que permiten crear un combustible muy similar a los tradicionales y, en la mayoría de los casos, llegar incluso a mejorar sus propiedades. La coletilla “neutral” hace alusión a una de las claves de esta tecnología que precisamente es la que ha animado a la Comisión Europea a no cerrarles la puerta: en su producción eliminan y ahorran a la atmósfera la misma cantidad de CO2 que emitirán en su combustión. Así, los combustibles sintéticos alcanzan su neutralidad en tanto su contribución al efecto invernadero ha de ser necesariamente nula.

Si la UE da la espalda por completo a los motores de combustión se frenará la posibilidad de descarbonizar la movilidad a un menor coste y sin obligar a la población y a las empresas de sectores estratégicos a realizar grandes inversiones para renovar sus flotas en un momento de incertidumbre en el que la inflación está lastrando las cuentas de resultados.

La Comisión Europea, que asegura tener la mente abierta, a diferencia del Ministerio liderado por Teresa Ribera en suelo patrio, preparará una propuesta para que a partir de 2035 se puedan matricular vehículos que utilicen combustibles sintéticos de cero emisiones contaminantes, es decir, aquellos que están fabricados artificialmente a partir de aire, agua y energía, y en su combustión devuelven a la atmósfera el CO₂ captado para su fabricación.

Esta propuesta tendrá que negociarse con el Parlamento Europeo y el Consejo, en los llamados “trílogos”, para llegar a un acuerdo sobre los textos legislativos definitivos. Hay que recordar que es imprescindible que los ministros de los países de la UE den su aprobación final, por lo que puede que el texto definitivo incluya otras medidas enfocadas de alguna forma a no sacrificar del todo el motor de combustión interna.

Las cúpulas políticas de Bruselas, con el apoyo de la mayoría de los gobiernos europeos, han decidido que el futuro del transporte por carretera es eléctrico y están forzando una hoja de ruta que obligue a todos los implicados a apostar por ese importante paso adelante sin hacer demasiado caso a la enorme aportación de recursos que serán necesarios pues, hoy en día, ni en España ni en el resto de Europa existen suficientes estaciones de carga que se adapten a las necesidades específicas de los camiones.

La transición energética para nuestro sector es un auténtico desafío. Un camino empedrado que estamos dispuestos a recorrer porque compartimos el objetivo final de la UE: reducir las emisiones contaminantes. Pero realicemos esta travesía con criterio y prudencia para que esta transformación energética sea justa, accesible, eficiente e inclusiva.

Sobre el autor

Ramón Valdivia es vicepresidente ejecutivo de Astic, miembro del Comité Ejecutivo de Presidencia de la Unión Internacional de Transporte por Carretera (IRU) y vocal de la Junta de Gobierno de la CEOE. Ingeniero Industrial por la Universidad Politécnica de Madrid, fue director general de Iveco entre 2005 y 2011, además de otras responsabilidades profesionales.

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