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No más “maniqueísmo ecológico”
No más “maniqueísmo ecológico”

A estas alturas de la vida creo que todos ya nos hemos dado cuenta de que nada, ni nadie es blanco o negro; todos tenemos aristas, matices, sombras y algunos, incluso, tienen una cara b que mantienen (o no) semioculta. Y ocurre lo mismo si hablamos de ideologías, políticas o conductas. No creo que existan el Bien y el Mal absolutos. Debemos superar este maniqueísmo que también parece haberse instalado en el tema de la energía; en nuestro caso, en la energía que mueve los camiones que los 365 días del año transportan la leche de nuestro café mañanero o el paracetamol de nuestro botiquín.

Nuestro Gobierno parece haber apostado todo a la electricidad y al hidrógeno y se diría que no llega a darse cuenta de que estas energías son inviables para las empresas de transporte pesado de larga distancia. La movilidad eléctrica, ya sea con baterías o con pila de combustible a base de hidrógeno está muy lejos de ser viable en suficiente extensión como para que podamos sustituir los camiones pesados actuales por estas nuevas variantes. Además de existir y funcionar, como de hecho ya sucede en ambas versiones, deben ser asequibles, contar con respaldo productivo suficiente para afrontar volúmenes sustanciales de ventas, fiables y, por supuesto, productivos desde el punto de vista económico de las empresas que los utilicen y comercial, frente a los clientes de las mismas.

Nuestro Gobierno parece haber apostado todo a la electricidad y al hidrógeno y se diría que no llega a darse cuenta de que estas energías son inviables para las empresas de transporte pesado de larga distancia

NEUTRALIDAD TECNOLÓGICA

Por eso, si de verdad queremos que el transporte pesado por carretera sea neutro en 2050 debemos exigir que exista una auténtica neutralidad tecnológica que contemple un mix de soluciones energéticas como los ecocombustibles.

No perdamos más tiempo en propuestas maniqueas jugando con las reglas del todo o nada. En esta transición energética que nos demanda la UE y cuyo objetivo final compartimos, pongámonos ya manos a la obra, aprovechando las alternativas energéticas que tenemos ahora a nuestro alcance. Soluciones capaces de reducir nuestras emisiones de forma inmediata y, además, compatibles con el motor de combustión que utilizan actualmente nuestros camiones, y con las infraestructuras de distribución y repostaje existentes, lo que permitiría sacar partido adicional de esas infraestructuras y contar con el know-how acumulado durante décadas de muchos miles de trabajadores de talleres o fábricas de componentes, por ejemplo.

Para transitar este camino hacia una movilidad sostenible justa, inclusiva y eficiente, tanto de mercancías como de pasajeros, contamos con una hoja de ruta promovida por la Organización Internacional de Transporte por Carretera (IRU): el ‘Green Compact’. Un ‘Pacto Verde’ con medidas para que el transporte terrestre mundial consiga la neutralidad de emisiones en 2050, ahorrando, al menos, 3.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 al año. Medidas que se basan en cinco pilares básicos: combustibles neutros en emisiones de CO2 -ecocombustibles-, logística más eficiente con ecotrucks (como los dúo-trailers, por ejemplo) y la comodalidad, transporte colectivo de pasajeros con autobuses y autocares, vehículos más eficientes y de última generación -renovación el parque rodante- y una mejora del comportamiento al volante (formación).

Pero el éxito de todo esto dependerá del apoyo y de los incentivos de los gobiernos para que los operadores de transporte por carretera y las industrias relacionadas alcancen todo este potencial de descarbonización en el menor tiempo posible.

Recientemente tuve ocasión de participar en un evento organizado por la Plataforma para la Promoción de los Ecocombustibles, una alianza que integra a 27 asociaciones (seis millones de trabajadores) que representan toda la cadena de valor de los combustibles líquidos, y de la que somos socios fundadores, en el que quedó claro que somos muchos los que apostamos por esta alternativa energética; desde el transporte aéreo y marítimo hasta la agricultura y la pesca.

Los ecocombustibles, en cuya fabricación se utilizan materias primas alternativas al petróleo, garantizan la independencia energética de nuestro país al utilizar materias primas producidas en territorio nacional, como la biomasa sostenible, el hidrógeno renovable, el carbono capturado o los residuos, ya sean agrícolas, forestales o urbanos. Una cuestión que no es baladí teniendo en cuenta que España depende de países como Estados Unidos, Libia, Argelia, Nigeria, México o Kazajistán, nuestros principales vendedores de crudo y gas natural. Por una cuestión de compromiso medioambiental y también por la “salud” de la cuenta de resultados de nuestras empresas de transporte y de la balanza de pagos nacional.

Si no queremos destruir puestos de trabajo, ni nuestra competitividad, nuestro futuro debe ser multi-energético (ecocombustibles, GNC, GNL, hidrógeno y electricidad). Huyamos del dirigismo tecnológico y del “maniqueísmo ecológico” que tanto daño puede causar a un sector que es la “sangre” de nuestra economía.

 

Sobre el autor

Ramón Valdivia es vicepresidente ejecutivo de Astic, miembro del Comité Ejecutivo de Presidencia de la Unión Internacional de Transporte por Carretera (IRU) y vocal de la Junta de Gobierno de la CEOE. Ingeniero Industrial por la Universidad Politécnica de Madrid, fue director general de Iveco entre 2005 y 2011, además de otras responsabilidades profesionales.

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